me juraste aquella noche,
señalando a las estrellas
que tiritaban, inquietas,
reflejándose en un cielo
que era espejo de mis sueños.
Ellas nos miraban tristes,
con sus lágrimas de chispas
y sus corazones ciegos,
porque sabían que las lunas
eran tantas como estrellas...
y fugaces en tu pecho.
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