enredado en la distancia de unos besos,
desmayados entre labios peregrinos,
que luchaban contra el miedo y el destino
de mil tardes embriagadas de despecho.
Aquí sigo,
esperando, sin quererlo, tu regreso,
renegando de la miel de las mimosas
que florecen por las noches, silenciosas,
y me ofrecen su calor y su consuelo.
Aquí sigo,
desgarrando mis alas y mis sueños,
contra espinos cultivados en mi almohada
que se clavan en los ojos y en el alma,
convirtiendo la esperanza en fuego eterno.
Aquí sigo,
entre sombras borrascosas de tu cuerpo,
escondidas en la bruma del pasado,
que me arrancan con violencia de otros brazos
y me arrastran sin piedad hasta tu infierno.