Si me quieres, no me esperes.
Vuela a ese mundo de sueños
que ilumina cada noche
la soledad de tu espejo
con un destello de rosas,
sin espinas ni recuerdos.
Si me quieres, no me llames.
Olvídate de aquel beso
que en el corazón escondes,
entre sombras y reflejos
de una tarde que reposa
en el silencio del tiempo.
Si me quieres, no me busques.
Abre tus alas al viento
y atraviesa el horizonte
que se adivina a lo lejos,
cuando la memoria roza
la tristeza del invierno.