
el tronco seco y vacío,
que descansa para siempre
en la ladera de un sueño.
De un sueño que fue verano
antes de mayo y de junio,
porque nunca era temprano
para el calor de tus manos.
Sus ramas dieron cobijo
a las sonrisas de un tiempo
que volaba, sin decirlo,
detrás de flores y espejos.
Espejos que reflejaban
el triste soplo del viento,
cuando tus ojos cantaban
y los sueños eran sueños.
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