Nunca lo hubiese creído,
pero aquel sueño fue cierto:
Soplaba en el alma el viento
al levantarse la noche,
tras la mirada escondida
del dolor y de la calma.
Y en el valle de la muerte,
sobre el florido desierto
de un amor triste y sediento,
corría un potro desbocado,
sin montura ni destino...
perdiéndose en el silencio.
"Tiene corazón", me dijo
el olvido... o el recuerdo.
"Fuimos, somos y seremos",
susurraba el horizonte
cuando, a galope tendido,
la vida ya se escapaba.
No queda luz en el pecho.
Y la verdad, en la mano,
es el reflejo de un tiempo
extraño, lento y eterno,
que despuntó con el alba
para morir en tus besos.
Imagen: 'Anatomía del corazón' (1890), óleo sobre lienzo de Enrique Simonet.
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