Si el otoño parece primavera
y florece el recuerdo de aquel beso
que apresura en mis sueños su regreso,
que apresura en mis sueños su regreso,
es posible endulzar la amarga espera.
Si el olvido en mi pecho se durmiera,
serenando el dolor de seguir preso
de la eterna nostalgia que confieso,
aún podría luchar con mi ceguera.
Y si vuelvo a la orilla de esos labios
que apagan la verdad con su sonrisa,
es preciso callar con la mirada.
Mi silencio adormece los agravios
y me aleja, tranquilo, de la prisa,
convirtiendo mi noche en madrugada.