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martes, 15 de abril de 2025

Si el otoño parece primavera


Si el otoño parece primavera
y florece el recuerdo de aquel beso
que apresura en mis sueños su regreso,
es posible endulzar la amarga espera.

Si el olvido en mi pecho se durmiera,
serenando el dolor de seguir preso
de la eterna nostalgia que confieso,
aún podría luchar con mi ceguera.

Y si vuelvo a la orilla de esos labios
que apagan la verdad con su sonrisa,
es preciso callar con la mirada.

Mi silencio adormece los agravios
y me aleja, tranquilo, de la prisa,
convirtiendo mi noche en madrugada.

martes, 11 de marzo de 2025

Desde el ámbar al recuerdo


Desde el ámbar al recuerdo
dudan tus ojos del cielo.
Son topacios que amanecen
sobre trigales fugaces,
y no saben si las hoces
segarán los corazones
de aquellas espigas breves,
pintadas por el olvido
al morir las amapolas.

¿Puede ser triste la miel
que ilumina su mirada?
¿Fueron estrellas tempranas
las que encendieron el iris
al despertar la mañana?
Tiembla el topacio y el ámbar,
dudan los ojos y el alma...
pero, si quieres saberlo,
¡deja que prenda la llama!

sábado, 8 de marzo de 2025

Apenas se ven las flores


Apenas se ven las flores
entre las ramas cansadas
del árbol de nuestros sueños.
Se esconde la primavera
en el lento movimiento
de unas lágrimas de plata,
desprendidas de la noche
cuando sentimos el roce
de suaves sombras calladas,
y devuelven al recuerdo
el brillo de aquella estrella,
oculta por el invierno.

Apenas se ven la flores,
delante de esos dos muros
de ladrillo, olvido y miedo...
tan altos como el orgullo,
y duros como el silencio.

lunes, 3 de febrero de 2025

Entre la aurora y el frío


Ese almendro que florece
entre la aurora y el frío
no quiere ser en enero
una sombra de noviembre;
ni busca, mirando al río,
el reflejo de unos sueños
de luces blancas... rosadas,
que flotan sobre esos velos
en los que ocultas el alma.

Sus colores nos prometen
dulces noches de esperanza,
bañadas por un rocío
siempre suave, porque el cielo,
testigo de tus palabras,
es un manto que protege
al horizonte del miedo,
salvándolo de un destino
que todos pensaban cierto.

Pero el fruto del almendro
estaba ya decidido:
amargo, como si fuese
el tibio y débil recuerdo 
del amor de una mañana,
perdida en siete suspiros
que volaron con el viento.
Flores blancas... o rosadas,
¡implacables como el tiempo!