Me gusta que la mañana
deshilvane tu recuerdo,
que parezca azul el viento
y que finjan los cerezos
floreciendo con sus alas.
Me gusta volar ligero
sobre esas leves montañas
que surgen sobre la calma
de un valle de trigo y plata
en el que nada es eterno.
Me gusta de madrugada
que me mientas con tus besos
cuando, soñando que duermo,
parece atrapado el tiempo
entre el pecho y la garganta.
Me gusta ver un reflejo
de nostalgia en tu mirada
al despertar con el alba,
junto a esas nubes tan blancas
que traicionaron al cielo
y derraman su veneno
en la trastienda del alma.
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