¡Qué raro es ver amapolas
en los campos del otoño,
cuando la noche se asoma
tras un recuerdo que calla
y un relámpago que espera!
¡Qué alargadas son las sombras
y qué profundas las penas
cuando ya no quedan olas
para acariciar las playas
donde duermen las sirenas!
¡Qué luces tan negras lloran
en el balcón de unos ojos
que, a fuerza de ser azules,
olvidaron que los sueños
son madrugadas y nubes!
¡Y qué triste es el silencio,
enterrado en ese orgullo
disfrazado de pereza,
que se oculta en el desprecio
y encarcela las promesas!
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