colgada del sol y el viento,
nos llama con su silencio
desnudo, bello y eterno,
al amparo de unas nubes
que acarician tu recuerdo.
Desde allí pudimos verlo:
las sirenas... los delfines
cruzaban un mar inmenso
para regresar al sueño
perdido tras un perfume
de ilusiones y jazmines.
Y en sus parques, junto al cielo,
todas las noches de mayo
brillan suspiros y besos,
que flotan en el espejo
de una mirada que, al alba,
escuchó el canto de Venus.
A Ravello.
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