En el jardín del orgullo
crece la sombra de un beso,
que se perdió entre azucenas
marchitas por el silencio.
Como crece tan despacio,
entre la tierra y el miedo,
lleva nueve primaveras
sin despegarse del suelo.
¡Quién tuviera aquellas alas!
¡Quién fuera dueño del viento!
Pero cantan las cigarras...
y el verano nunca ha vuelto.
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