Tardes eternas, azules...
desnudas y lentas.
Tan tibias... tan dulces
que duermen y velan
sus tristes canciones...
colgadas de cruces
gigantes y muertas.
Son tardes azules,
perdidas... extrañas,
de lilas y sombras,
que azotan la calma
llorando mimosas
que nunca florecen...
que sueñan y callan.
Sí, tardes azules...
lejanas y torpes.
Tan breves y largas
que rompen el alba
con besos y luces
de cielos que esconden
tormentas de plata.
Las tardes azules
son suaves mentiras
que el tiempo te clava
con su mano helada.
Después, de la herida
brota la esperanza...
y sangra la vida.
Dulce tristeza...
ResponderEliminarGracias, Paco.