Hay noches en que el alma
respira tempestades.
Son noches sin palabras,
desiertas y calladas,
que duermen los suspiros
y encienden huracanes.
Hay noches despiadadas,
sin astros y sin luces,
como esa mano helada
cuya caricia apaga
recuerdos y latidos
tan tristes y tan dulces.
Hay noches desbordadas
de sueños y de heridas
que mueren en mañanas
recónditas y extrañas,
perdidas entre olvidos...
y ocultas entre espinas.
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