Sentado sobre el viento,
frente a la roca soberbia y obstinada,
lo contemplo, varado en el recuerdo,
y veo un mar desconocido.
Un mar que no es azul,
ni verde... ni turquesa.
Y que tampoco brilla en la nostalgia
del reflejo incandescente de una estrella.
No ruge con furia incontrolada,
ni llega, manso y reposado,
hasta esa playa que añora
la caricia de una espuma clara
que hoy flota en el dolor lejano
de una brisa arrebatada y seductora.
He aquí el mar. Y la tristeza.
Vigilantes oscuros en la sombra
de unos ojos que lloran
sin lágrimas ni penas.
No tiene luz.
No es verde... ni turquesa.
Solo es un mar que espera, sin azul,
a que el silencio se vuelva primavera.
Fotografía: José Luis López Moral.
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