Reposaba en el silencio
de aquel jardín tan extraño,
entre el frío de un misterio
y la soledad del mármol.
Sobre la piedra, sentada,
miraba hacia su pasado.
La espalda, desnuda y blanca,
el orgullo, abandonado,
y los recuerdos, de plata,
dormidos en su regazo.
Los cipreses y la tierra
eran ya eterna morada
de siete estrellas de piedra,
por la soberbia labradas
en sueños de amor y guerra
de los que no despertaba...
Y allí espera, en el silencio,
bajo el manto del olvido,
erguida sobre el desprecio
y esclava de su destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario