Te dieron treinta denarios
para sellar tu destino.
¡Poco dinero pagaron
por subir hasta el calvario!
En tu corazón clavadas
llevas espinas de plata
que hacen sangrar a los sueños
bordados sobre tu almohada.
Se rompió la luz del alma,
quebrada por mil suspiros.
Se quedó el cielo dormido
entre la seda y tu espalda.
Y cuando late en tu pecho,
detrás de una noche amarga,
el silencio del recuerdo...
maldices la madrugada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario