La tarde era dulce y breve,
la casa grande y vacía,
la brisa del mar, muy leve,
llegaba desde la ría.
Yo andaba por el camino
que se pierde junto al prado,
y escuchaba al viejo tilo
contarme lo que has soñado.
La mañana era muy verde;
el cielo, nubes y claros;
el monte, lejano y suave,
detrás de un bosque callado.
Todo era dulce, todo era verde,
todo era suave...
Menos tus besos,
menos tus ojos... menos tus manos.
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