llora dulces tristezas aquel viento,
renovando su llanto y su lamento
sobre la tierra del barbecho herido.
Tan profunda es la pena del olvido
que eterniza el dolor de mi tormento,
pues agota el latido de mi aliento
y reduce a susurros lo vivido.
En mis noches no cabe la memoria
ni el recuerdo que rompe la cordura,
convirtiendo en derrota la victoria.
Solo queda un invierno de amargura,
enterrado en cenizas de una gloria
que acarició el umbral de la locura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario